La política se rescata poniéndola al alcance de todos y todas.
Es inaceptable ver cómo generación tras generación se va incrementando la percepción de la política como sucia, corrupta e irreparable.
Y es entendible, pues la vieja y obstinada clase política se ha dedicado a excluir, a proteger sus privilegios y a querer que nos olvidemos que es a nosotros a quienes tienen que representar. Se ha dedicado a hacernos pensar que la política es para unos cuántos, y por desgracia, por años, muchos lo hemos creído.
Sin embargo ha llegado el momento de informar, de participar y de construir en colectivo. De encontrar y descubrir que no es de clases, es de personas. De canalizar el hartazgo, repudio y rechazo de lo vivido, a demostrar con diálogo y ejemplo que nuestras expectativas se pueden desarrollar.
Demostremos que no vamos solos, sino que somos muchos, y cada vez más, los que con convicción y cariño, seguiremos impulsando y trabajando en conjunto en las decisiones de nuestro Estado, los que no caeremos en el error de creer que nuestra responsabilidad termina depositando el voto en la urna y que no permitiremos que a los representantes electos se les deje siquiera pensar que su trabajo culmina ganando las elecciones.
Dejemos atrás lo que nos han contado y atrevámonos a ser nosotros los causantes del México anhelado. Perdamos el miedo de salir a la calle a construir y encaminar a las actuales y nuevas generaciones en la formación de ciudadanos demostrando que aquí, hagamos lo que hagamos, sí pasa, y pasa mucho.
Construyamos una política en donde encontrarte con un candidato, servidor público o representante popular no sea motivo de desagrado o desencuentro, sino de confianza en saber que están trabajando por un mismo fin que es el desarrollo de nuestra nación.
Construyamos la política romántica y alegre en la que algunos ya no creen. Una política austera e integral en donde quepamos todos y todas.
Construyamos la política de nosotras, las personas.